Binche fue como una mezcla de colores, formas y siluetas diferentes.
Un carnaval de lo absurdo, donde nada estaba acorde con nada,
cada cuál hacía lo que quería, cómo y cuando quería,
La antagonía de lo europeo y formal,
la señal de que no somos el centro de nada.
Y fue divertido, si señor, ojalá siempre fuésemos niños...
2 comentarios:
Sí, ojalá siempre fuésemos niños...
Siempre somos niños. Lo que pasa es que a veces lo olvidamos.
El otro día le dije a una niña que me dibujara, e hizo algo sumamente parecido a esa escultura de una gamba (o un langostino, qué sé yo) de Mariscal que había en la barceloneta.
Se lo dije y nos reímos, aunque ella no supiera quién era Mariscal, ni yo supiera qué demonios había dibujado.
Al final ella sabía que aquello era sólo un dibujo y yo sabía que aquello era yo.
Ambos niños.
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